Tendencia: las otras mascarillas
Son las mascarillas de belleza, esas capaces de resetear la luminosidad de tu piel en solo 15 minutos
Ellas estuvieron mucho antes en nuestras vidas, nos referimos a las mascarillas de belleza. Pero por desgracia, las otras, las sanitarias, se han colado en nuestra vida cotidiana con idea de quedarse unas cuantas semanas… o meses. Vayamos a por las cosméticas, las que relajan nuestro estado de ánimo mientras esperamos a que hagan su efecto durante esos diez minutos en que aprovechamos para relajarnos, beber tranquilamente una infusión o tirarnos un rato a la bartola en el sofá. La mascarilla se ha convertido en este confinamiento en el cosmético estrella, en una rutina casi diaria.
Hoy por hoy las mascarillas cuentan con la complicidad de los ingredientes más inverosímiles, sofisticados o exóticos, porque de cualquier fruta o planta procedente de los rincones más recónditos del planeta se pueden extraer sus beneficios para abordar cualquier asunto cutáneo. La prehistoria de las mascarillas cosméticas se encuentra en los parches (y la de aquellos en las cataplasmas a base de hierbas), que se dieron a conocer en el sector de la medicina, donde se empezaron a utilizar en hospitales de quemados para rehidratar la piel de las personas con grandes lesiones. Funcionan por oclusión, es decir, como el agua no puede evaporarse, difunden de manera mucho más directa y eficaz sus principios activos.
Encontrarás en el mercado multitud de formatos. Las clásicas, las que conocíamos hasta hace unos años, son como las cremas ordinarias pero con una concentración de activos mucho más grande. No hay más que aplicarlas (mejor con una espátula especial que normalmente llevan incorporada) en el rostro con un espesor mayor que para una crema normal, y dejarla actuar al menos 15 minutos. En algunos casos, para una cura especial, se pueden aplicar antes de irse a la cama y dejar que vayan penetrando durante toda la noche. También existen las de arcilla, se mezclan con agua y se dejan secar para comprobar cómo son capaces de arrastrar todas las impuerzas de la piel además de regular la producción de sebo; por eso funcionan tan bien en pieles grasas. O las peel-off, esas mascarillas que tras el tiempo de exposición, se retirar como si estuviéramos mudando de piel. Muchas otras mascarillas se presentan en formato de papel o también de hidro-gel (ahora son las más numerosas), y las podrás encontrar con colágeno o ácido hilaurónico, y en general con los grandes activos antiedad, purificadores y pro-luminosidad. Se centran en el contorno de ojos, las arrugas nasolabiales, la nariz, por ejemplo, o las arruguitas del contorno de labios, la eliminación de puntos negros. Y ya, en el colmo de la sofisticación se encuentra la mascarilla de seda japonesa, la mejor para una óptima penetración porque tarda más en secarse.
Y si no tienes ninguna a mano y no te apetece salir a comprar, abre la nevera y la despensa de la cocina y prueba con esta, de efecto antiedad, porque relaja las pequeñas arruguitas: toma el zumo de medio pomelo, 50 gr. de harina y un yogur natural. Mezcla en un cuenco el zumo y la harina y ve añadiendo poco a poco el yogur hasta conseguir una masa homogénea. Aplica sobre cara y cuello evitando los ojos y deja actuar 30 minutos. Retira con abundante agua.